domingo, 27 de marzo de 2011

Vivimos una mentira


Vivimos una mentira


Vivimos perdidos, solitarios, aislados. Aparentamos una fortaleza irreal y gritamos "no necesito a nadie". Aceptamos los cambios superficialmente, fingiendo estar encantados de vivir en un tiempo envenenado por la individualidad y los abusos.

Escondemos nuestras emociones, nuestros sentimientos y afirmamos…

Afirmamos estar mejor solos, sin ataduras, sin compromisos e inventamos…

Inventamos que el amor no dura eternamente, que el amor soñado, el amor que nos inyecta la vida no existe y degradamos…

Degradamos las relaciones, que se convierten en un frágil cristal que al más mínimo roce se quiebra en mil pedazos y desaparece. Y entonces olvidamos…

Olvidamos que el amor son las alas que mueven el mundo y que sin él, nuestra existencia seria absurda, vacía… y olvidamos que en algún rincón del mundo, existe alguien capaz de amarnos incondicionalmente, desinteresadamente, alguien capaz de hacernos estremecer, soñar, reír y llorar y que daría su vida por la nuestra. Entonces nos encadenamos…

Nos encadenamos tras un velo de mentiras, y matamos nuestros sueños románticos, nuestras esperanzas de sentir un amor tan profundo, tan comprometido que sintamos que somos un solo ser con quien amamos.

Nos da miedo amar con todo lo que somos y todo lo que sentimos. Y huimos…

Huimos al sentir que el alma puede quedar desnuda ante otro ser, huimos ante la posibilidad de ser vulnerables, de que toda nuestra coraza modernista de ser independientes y no necesitar a nadie, se desvanezca como el humo de una hoguera. Y engañamos…

Engañamos a nuestro corazón convenciéndonos de que lo estamos protegiendo, si no hay amor no hay dolor, no hay sufrimiento. Y nos morimos

Nos morimos lentamente en agonía, sonriendo a todo el que nos mira y nos dice lo afortunados que somos al estar solos. Y envejecemos…

Envejecemos como una flor que se marchita, sin nada que nutra nuestra alma, sin nada que llene nuestra vida.

Y con el rostro joven y el alma herida, nos damos cuenta del alto precio que pagas al equivocarte, puedes mentirte, puedes engañarte, pero el amor… jamás puede matarse.

Mary Lorenzo ©



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